domingo, 25 de agosto de 2024

Valle de Manzanedo: los pueblos abandonados

Bonita y muy entretenida excursión por el norte del Valle de Manzanedo, en las Merindades. Partiendo del pueblo semideshabitado de San Martín del Rojo, realizamos un recorrido a través de caminos montaraces hasta Villasopliz desde donde retornamos visitando otros dos despoblados más en ruinas: Quintana del Rojo y Mudóval. Durante el trayecto, pasaremos por los restos de la ermita de San Tirso, ubicada en un espectacular paraje de montaña. Pasamos también por la bonita garganta de la Hoz.


Valle de Manzanedof

Hay dos maneras principales de llegar al Valle de Manzanedo desde Burgos. La primera por la CL-629 de Burgos a Villarcayo. Tras pasar la Mazorra y los Hocinos, nos desviaremos en Incinillas por la izquierda para entrar en el valle siguiendo la margen izquierda del Ebro. La otra opción, más larga, es la carretera N-623 hacia Valdelateja. Tras pasar los Cañones del Ebro y subir al Páramo de Bricia, saldremos por la derecha para descender hacia la localidad de Arreba, donde tomamos la carretera que entra en el valle. Elegimos la primera opción porque es algo más rápida. Partiendo entonces de Incinillas, en unos tres kilómetros, justo antes de las ruinas del Monasterio de Rioseco, salimos por nuestra izquierda por una estrecha carretera que gana altura con rapidez remontando un vallejo hasta alcanzar las casas de la localidad de San Martín del Rojo, origen de nuestra marcha.


San Martín del Rojo

San Martín del Rojo
San Martín del Rojo ha sido despoblado recientemente, en la segunda década del siglo XXI, aunque podemos observar que algunas de sus casas pudieran tener algo de ocupación ocasional. El pueblo es célebre la portada de su iglesia románica, restaurada no hace mucho. No vemos a nadie por sus calles. Dejamos el coche e iniciamos la ruta. La carretera asfaltada termina en San Martín pero continua por una amplia pista de tierra que desciende hacia el cercano vecino pueblo de Quintana del Rojo, distante apenas 300 metros a un nivel inferior.

Dejamos las ruinas de Quintana del Rojo a la izquierda.
En unos cinco minutos llegamos a esta localidad, que fue completamente deshabitada a mediados del pasado siglo. Hoy solo vemos un montón de ruinas sumergidas en la vegetación y el barro primaveral. Lo visitaremos en el retorno del recorrido.


Así pues, dejamos sus casas nuestra izquierda y abandonamos la pista que traíamos desde San Martín por la derecha para continuar valle arriba entre prados y pequeñas elevaciones, siguiendo un bonito y cómodo camino.


Ascendemos suavemente hacia las alturas que cierran el valle por su parte septentrional. La soledad y el silencio nos acompañan en todo momento.


En apenas media hora, la pista llega al borde de un gran valle, a la derecha del cual podemos apreciar a unos 200 metros los restos de la ermita de San Tirso.

Ruinas de la ermita de San Tirso.
Dejamos la pista y alcanzamos fácilmente la ermita por un sendero más estrecho. Aunque parte del tejado se ha desplomado, aún mantiene todos sus muros y su interior es reconocible. Por desgracia la ruina es galopante y la vegetación lo invade todo, amenazando con un desplome generalizado, si no se actúa. Por la forma de sus arcos y ábside podemos observar su estilo románico. Hasta no hace muchos años se celebraba una animada romería en la que participaban los vecinos de los pueblos cercanos.


Continuamos hacia el norte atravesando una vaguada hasta alcanzar la linde del bosque que desciende por las laderas frente a la ermita. Aquí tenemos que prestar atención en encontrar un estrecho sendero, que sigue esta linde con vistas sobre el fondo del valle a nuestra izquierda. Por esta trocha caminamos unos metros, bajo cubierta vegetal, acercándonos a la hoz por la que tenemos que remontar a las alturas que cierran el Valle de Manzanedo por su parte norte en este sector.


En unos diez minutos alcanzamos la parte baja de la gargantilla del arroyo de Valdequintana, que desciende por nuestra derecha por una pequeña hoz. El sendero que traemos desde la ermita continua hacia Villasopliz, pero nosotros lo abandonamos e iniciamos el remonte de esta garganta que no es difícil.


Estamos en primavera y el arroyo lleva un hilillo de agua. Subimos saltando entre las piedras sin ninguna dificultad.


Remontamos esta hoz ganando altura entre grandes paredes por ambos lados. Alcanzamos su parte superior, de donde salen dos senderos.


Tomamos el de la izquierda que pronto inicia una pronunciada ascensión que pacientemente vamos superando. A medida que ganamos altura, camino de un collado, vamos obteniendo grandes vistas sobre las elevaciones y roquedos de esta parte del valle. Apreciamos su carácter agreste, dotado de una belleza salvaje.




Tras una larga subida, alcanzamos el collado continuando ahora por un cómodo sendero, que avanza hacia el oeste camino del pueblo de Villasopliz, aún no visible desde donde encontramos. Seguimos por llano en paralelo a una línea de cresta que nos acompaña a nuestra izquierda.


El paisaje primaveral de colores que nos rodea contrasta con el ocre de los roquedos. Pronto alcanzamos una pista a la que nos incorporamos e iniciamos ahora el descenso, hacia el sur del valle de nuevo, rodeando un llamativo mogote que veíamos desde lejos. 


Este sendero se mantiene cómodo y viable en todo momento. Poco a poco perdemos altura por él camino de Villasopliz, nuestro próximo destino.


Tras atravesar un bosquete, aparecemos en las campas y eras de Villasopliz, cuyas casas vemos desde muy lejos.


Entramos en las primeras casas de Villasopliz, único pueblo habitado de nuestro recorrido de hoy. La localidad ocupa una posición bastante aislada dentro del valle y la carretera de acceso muere en el pueblo. Hay bastantes casas ocupadas y hay actividad en alguna granja.


Por desgracia, un gran perro amenazador que no paraba de ladrarnos a corta distancia que no nos dio opción a detenernos mucho y callejear como hubiéramos querido. Abandonamos rápidamente la población saliendo por la carretera.


Villasopliz


Nuestro próximo destino son las ruinas de Mudóval, que no parecen accesibles por senderos desde Villasopliz, así que cubrimos algo menos de dos kilómetros por el asfalto hasta llegar al desvío por la izquierda que nos debe llevar a las ruinas.

Recorremos algo más de un kilómetro por carretera.
Entramos en el bosque por un camino ganadero que se dirige a una zona de pastos donde hay vacas y bebederos. Muy cerca, alcanzamos el paraje donde se hallan las ruinas románticas de Mudóval.


No hay documentos claros de la fecha de abandono total de Mudóval, pero se sabe que aún estaba habitado en 1894, por lo que pudo ser abandonado a finales del siglo XIX o incluso perdurar hasta las primeras décadas del XX. En alguna documentación se le denomina Mundóval o Mudoval (sin acento), por lo que no estamos seguros de su pronunciación correcta.


Mudóval


El lugar tuvo que ser muy exiguo, apreciamos sólo dos o tres casas, difíciles de distinguir por estar tragadas por la vegetación que lo invade todo.


La carretera asfaltada nunca llegó, no hay signos de tendidos eléctricos tampoco. Solo se podía llegar por infames caminos que seguramente estaban en mal estado la mayor parte del año.


Deambulamos por sus calles, difícilmente distinguibles. Subiendo por las alturas cercanas, obtenemos una vista general y podemos mejor la estructura de la población: tres casas de altos muros y una iglesia de mediano tamaño con una gran torre. Si nos fijamos, podemos ver inscrito en una gran piedra de ella la inscripción "1854". El silencio del lugar es impactante, sus nostálgicas ruinas son testigo de la despoblación del norte de Burgos durante gran parte del siglo XX.


Abandonamos Mudóval por su parte este, siguiendo ahora el sendero, en sorprendente buen estado, que unía este pueblo con Quintana del Rojo. La vegetación a ambos lados es exuberante.


En menos de media hora alcanzamos las primeras casas del despoblado de Quintana del Rojo, por donde pasamos de largo al inicio de nuestra excursión. Entramos en él. El pueblo se halla en un idílico paraje, junto a un curso de agua en su parte baja. Sus casas están desperdigadas sin alineación clara sobre terreno ondulado. Sus últimos habitantes lo abandonaron en 1962. Podemos pasear entre sus casas, en proceso de ruina galopante. Podemos también, con mucha precaución, penetrar en alguna de ellas.


Quintana del Rojo






Una vez visitadas las evocadoras ruinas de Quintana del Rojo, sólo tenemos que incorporarnos a la gran pista que viene desde San Martín para remontarlo y llegar al punto inicial de nuestra excursión, finalizando esta atractiva y evocadora excursión por una de las zonas más desconocidas y solitarias del norte burgalés.

Antes de marcharnos, merece la pena acercarnos hasta su iglesia románica, restaurada no hace muchos años, donde destaca su bonita portada y ábside románico donde podemos apreciar una bellísima iconografía.






VALLE DE MANZANEDO: LOS PUEBLOS ABANDONADOS
Espacio natural
Valle de Manzanedo.
Dificultad
Media. El recorrido no revista dificultad especial pero sí es cierto que discurre por caminos y senderos muy poco frecuentados y son muchos los desvíos y cruces por los que tenemos que pasar.
Tipo de camino
Caminos y senderos estrechos de montaña.
Ciclable
Es posible, asumiendo que hay algunos tramos bastante agrestes como el trayecto entre la ermita de San Tirso y Villasopliz.
Agua potable
Encontraremos en Villasopliz, punto medio del recorrido y en los arroyuelos por los que vamos pasando.
Tipo de marcha
Circular.
Orientación
No hay ningún tipo de señalización y son muchos los desvíos por los que tenemos que pasar.
Época recomendable
Preferiblemente en primavera y el otoño. Evitar en épocas lluviosas donde podemos encontrar mucho barro.
Inicio
San Martín del Rojo.
Distancia de Burgos
76,1 kilómetros.
Tiempo total
3 horas 30 minutos.
Tiempos de marcha
San Martín del Rojo-Ermita de San Tirso: 1 hora; Ermita de San Tirso-Villasopliz: 45 minutos; Villasopliz-Mudóval-Quintana del Rojo-San Martín del Rojo: 1 hora 15 minutos (incluye visitas detenidas en los tres pueblos).
Distancia total
10 kilómetros.
Interés
Pueblos abandonados y en ruinas de Mudóval y Quintana del Rojo, paisajes de montaña, ermita de San Tirso, arquitectura tradicional, iglesia románica de San Martín del Rojo.
Altitud mínima
689 m.
Altitud máxima
958 m.
Desnivel acumulado
459 m.





Notas:


- La ruta no es compleja técnicamente, la distancia no es larga y el desnivel escaso, pero si puede resultar compleja la orientación por lo que es necesario llevar GPS.
- Dependiendo la época del año, podemos encontrar barrizales y diferentes grados de vegetación. En primavera veremos las ruinas de estos antiguos pueblos tapizadas de hiedra (como así fue en la visita para esta entrada).
- Si tenemos tiempo, podemos visitar las ruinas rehabilitadas del cercano Monasterio de Rioseco, junto a la carretera de acceso a San Martín (ver horario de visitas en verano).
- Existe aún otro despoblado cercano: Fuente Humorera. Desgraciadamente, se halla en terreno privado y no es posible su acceso ni visita.



Mapa topográfico



Perfil de elevación



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